martes, 27 de julio de 2010

Un antro infernal

La insonorización de aquel antro infernal era bastante rudimentaria: montones de cartones de huevo unos colocados junto a otros. El acceso era un poco complicado. El inmenso hueco entre la escalera y la entrada había sido sorteado con unas tablas de madera sobre las que había que andar con bastante habilidad si no querías precipitarte al suelo que se abría amenazador bajo tus pies. El ambiente era el que uno podía esperar de un sitio como aquel: cajas de pizza vacías, botellas de alcohol por todas partes, diversos instrumentos musicales repartidos entre la pared y el suelo y aquellos posters que captaban hipnotizantes tu atención. Había posters de grupos de metal muy famosos; otros sólo accesibles para los iniciados y otros que daban cuenta de giras por el país (Bratislava, Banska Bystrica, Kosice). Completaba el ambiente gente de los más diversos tipos y ocupadas en distintas cosas: había gente bailando, gente charlando, gente enfadada, gente totalmente enamorada (unos con amores correspondidos y otros no) e incluso había gente que se moría de ganas de ser besada. Y es que, a veces, el cielo también se puede esconder en un lugar aparentemente infernal, rodeado de cartones de huevo.

Aunque el cielo, ya se sabe, nunca es para todos.

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